EL PRIMER PASO NO TE LLEVA ADONDE QUIERES IR, PERO TE SACA DE DONDE ESTÁS.

Participar en las consultas de este 26 de octubre es parte de la democracia y una oportunidad para alentar a que por los otros movimientos vayan a representar a los entes territoriales más gente en dirección de sacar adelante las iniciativas de la región. Es decir, votar la consulta es apoyar a quienes por otros partidos tenga la oportunidad de generar beneficios desde sus labores en Cámara y Senado. Hoy, presentamos a un candidato que bien podría desde su visión aunarse al bloque parlamentario que jalone la legislatura eficaz y la gestión eficiente para el mejoramiento de la calidad de vida de la población afro.

JULIO CÉSAR BIOJÓ ESTACIO
NÚMERO 10

En los últimos 10 años, los afrocolombianos hemos participado con decisión, determinación, intensidad y esperanza en dos de los acontecimientos más representativos de la era republicana después de 1948. Como son: el proceso de paz entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC, tras 52 años de un intenso conflicto armado que afectó todo el territorio nacional, especialmente los territorios periféricos donde habita mayoritariamente población negra y, segundo, la llegada al poder del primer gobierno de izquierda progresista elegido por voto popular desde la fundación en 1810.

Lo particular de estos dos hechos históricos es que ambos coinciden con el incumplimiento del Estado hacia las comunidades negras y afrocolombianas, a pesar de la contribución decisiva en la consecución de estos logros.

Durante el proceso de paz, las comunidades afro vieron una oportunidad para disminuir los impactos del conflicto armado en sus territorios. Por ello, cuando en la segunda vuelta presidencial de 2014, la posibilidad de paz se vio amenazada —luego que Óscar Iván Zuluaga ganara en primera vuelta al entonces candidato Juan Manuel Santos—, el pueblo negro se volcó masivamente a apoyar a Santos con la firme esperanza de que la implementación del acuerdo traería beneficios reales a sus territorios rurales y urbanos.

Lo mismo ocurrió con el plebiscito por la paz: en todos los territorios donde la población afro era mayoritaria, el voto por el “Sí” obtuvo victorias contundentes.

Sin embargo, tras la firma del acuerdo en 2016 y la desmovilización de las FARC, las comunidades afrocolombianas quedaron como espectadoras de un recrudecimiento del conflicto, esta vez protagonizado por múltiples grupos armados ilegales sin estatus político, controlados en su mayoría por el narcotráfico.

Situación similar ocurrió con la elección de Gustavo Petro y Francia Márquez en 2022, el primer gobierno de izquierda progresista en la historia de Colombia. El pueblo afrocolombiano jugó un papel determinante en esta victoria: en la región del Pacífico y en ciudades con alta concentración de población negra se registraron votaciones históricas, alcanzando en algunos casos hasta el 95 % del respaldo. Estos aportes electorales del pueblo afro fueron tan decisivos y evidentes que el presidente Petro, en su discurso de posesión, reconoció públicamente el papel fundamental de estas comunidades y declaró que había llegado la “era del Pacífico”, al señalar que no se justificaba que la zona más pobre del continente fuese precisamente aquella habitada por afrocolombianos e indígenas.

Sin embargo, a pesar de las promesas, la situación en el Pacífico y en las periferias urbanas donde reside la mayoría del pueblo negro en Colombia sigue igual o peor que en décadas pasadas. Esto configura una nueva traición, una más entre tantas sufridas, como la de Simón Bolívar al no abolir la esclavitud, pese a que miles de afrodescendientes lucharon en el ejército libertador por la emancipación del país.

Una vez más queda claro que no importa cuánto, ni en qué época, ni con qué intensidad contribuya el pueblo afrocolombiano: siempre se ha encontrado con la traición de quienes han ejercen el poder en el país.

Esta realidad incómoda debe ser visibilizada, no solo para denunciarla, sino para impedir que se siga repitiendo. También es fundamental hacer una reflexión autocrítica en el plano político-electoral y reconocer que nuestros propios representantes han contribuido al daño.

Por ejemplo: Durante el periodo presidencial 2018–2022, mientras el entonces gobierno manifestaba abiertamente su intención de “hacer trizas el acuerdo de paz” algunos representantes afro acompañaban esa postura con total convicción; mientras que en el actual gobierno, ni la vicepresidenta ni los representantes afro han logrado construir una agenda común que promueva transformaciones reales en la vida de las comunidades negras del Pacífico y otras regiones.

Con esta mirada crítica, no podemos perder de vista que hoy enfrentamos unas problemáticas históricas que no puede seguir esperando. Somos el 10,6 % de la población colombiana, es decir, más de 5 millones de hombres y mujeres, profundamente subrepresentados en los espacios donde se toman las decisiones que afectan nuestras vidas. ¡Esto debe cambiar ya!

Debemos elevar nuestra voz como pueblo político. No descansaremos hasta que al menos el 10 % del Congreso esté integrado por afrocolombianos en 2030. Esto requiere organización, movilización y lucha. Impulsaremos más acciones colectivas, propuestas legislativas, así como alianzas con otros sectores políticos, empresarios nacionales e internacionales, académicos, movimientos sociales y culturales. Porque cuando el pueblo negro se une, se escucha. No claudicaremos en este propósito, porque la historia nos llama a ocupar el lugar que nos corresponde.

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