
PAULA ANDRE CUÉLLAR
PSICÓLOGA
“una mujer libre hace lo que quiera con su clítoris y con su cerebro, y si sabe acompasarlo, será una gran
Gustavo Petro, presidente de Colombia.
mujer. Dicen que no hable de eso, entonces hablo del hombre”
En un reciente Consejo de Ministros, el presi-dente de Colombia Gustavo Petro, pronuncia u-na frase que ha encendido debates y emociones encontradas: “Una mujer libre hace lo que quiera con su clítoris y con su cerebro, y si sabe acompasarlo, será una gran mujer.”
¿Qué quiso decir Petro?
El mensaje puede desglosarse así:
Autonomía sexual + autonomía intelectual: parece querer combinar la libertad sexual (control sobre el propio cuerpo, placer) con la capacidad intelectual (el uso del pensamiento, raciocinio). Está diciendo: una mujer que se reconoce dueña de su sexualidad y de su mente tiene un plus, una especie de integridad o grandeza.
Sin embargo, el lenguaje usado tiene varios matices problemáticos:
1. Explícito sexual: hablar del clítoris, órgano sexual, en público es parte de una sexualidad explícita que en muchas culturas, incluido Colombia, choca con normas de decoro, tabúes, etc.
2. Desigualdad implícita: la frase “si sabe acompasarlo” implica que la mujer debe armonizar ambas dimensiones, sexual e intelectual, pero con un estándar externo. Sugiere que no basta tener libertad sexual o intelectual, sino que hay una manera “correcta” de hacerlo.
3. Objeto y sujeto: al hablar de “hacer lo que quiera con su clítoris”, aunque se afirma autonomía, el comentario podría ser interpretado como que la sexualidad femenina es algo que debe ser validado públicamente o “aplaudido”, lo cual puede despersonalizar o exotizar la sexualidad femenina, dependiendo del contexto.
¿Por qué muchas mujeres se ofendieron?
Invasión del pudor y choque de normas sociales: al hacer público ese nivel de detalle sexual, se traspasa un umbral que muchas personas consideran íntimo. Parte de la ofensa puede venir del rompimiento de lo que socialmente se espera: ciertas expresiones públicas suelen reservarse para contextos privados.
Sensación de instrumentalización: algunas podrían sentir que se reduce a la mujer a características sexuales además de intelectuales, como si dos atributos bastaran para definir “grandeza”, ignorando otros muchos (emocionales, morales, sociales).
Relación de poder y género: cuando un líder, especialmente hombre, dice algo así, hay una carga simbólica. Puede percibirse como paternalista, como que él define qué significa “gran mujer”, imponiendo una visión que puede ser restrictiva o estigmatizante.
Violencia simbólica: este tipo de comentario puede ser parte de lo que Bourdieu (y quienes trabajan en psicología y estudios de género) llaman “violencia simbólica”: acciones, discursos que refuerzan normas desiguales, que moldean lo que se espera socialmente del género femenino — incluso cuando la intención del hablante sea considerada “liberadora” o “provocadora”.
Marco legal y políticas públicas relevantes en Colombia
Ley 1257 de 2008: tiene por objeto “garantizar para todas las mujeres una vida libre de violencia, tanto en el ámbito público como en el privado, el ejercicio de los derechos (…) y la adopción de las políticas públicas necesarias para su realización”. Define violencia contra la mujer incluyendo la psicológica.
La ley reconoce daños que pueden causar acciones u omisiones que degradan, humillan o lesionan la autodeterminación, integridad psicológica, y salud sexual.
Otros instrumentos incluyen leyes contra la violencia sexual, discriminación por género, normas que garantizan el derecho a la salud sexual y reproductiva, autonomía, etc.
Impacto psicológico
Las palabras importan. Como psicóloga, sé que los discursos de autoridad tienen efectos profundos:
Autoexigencia y culpa: muchas mujeres pueden sentir que no alcanzan el ideal propuesto.
Refuerzo de estereotipos: se limita la grandeza femenina a dos dimensiones, dejando fuera otras.
Confusión entre libertad y performance: en lugar de vivirse la libertad como un derecho, se convierte en una exigencia de mostrarlo públicamente de cierta forma.
Autoestima y autoconcepto: algunas mujeres pueden sentirse empoderadas por la idea de poder hacer uso de su sexualidad libremente; otras pueden sentir que se les exige un estándar
adicional (“ser grande mujer”) que añade presión.
Conflictos internos: quienes temen o tienen tabúes, creencias religiosas o culturales conservadoras pueden experimentar disonancia cognitiva: entre lo que se siente como libertad y lo que se siente como vergüenza o temor al juicio.
Conclusión
La verdadera libertad de la mujer no se mide en fórmulas ni metáforas presidenciales. Se mide en la capacidad de decidir sin imposiciones, de pensar sin censura y de vivir su sexualidad sin miedo ni juicio.
Las mujeres no necesitan que se les diga cómo armonizar su cuerpo y su mente. Ya son grandes cuando ejercen su autonomía con dignidad y sin permiso. El lenguaje del poder debe acompañar esa grandeza con respeto, no con condiciones. “La libertad no se declama, se practica”.
