ARGENIS GARCÍA VALENCIA
Magister en Política social

Sobre el asesinato de nuestro líder juvenil y promesa deportiva Alan Josué Valencia, hoy quedan muchos sinsabores. Lo primero es que se genera una afectación evidente en su núcleo familiar, lo que ha dejado notables secuelas en su madre, la maestra Gervasia Cuero Santana, y en su padre, el líder comunitario Josué Valencia Díaz. Los hechos que terminaron segando la vida del joven Alan son la muestra de que el sufrimiento no termina solo con la vida de la víctima, toda vez que este se extiende a sus familiares, a la comunidad malagueña y hacia una ciudad como Buenaventura, que pareciese que se ha acostumbrado a la violencia.
Cuando ocurren este tipo de tragedias, algunos optan por silenciar sus voces, temiendo a las represalias que suelen gestar los victimarios. Pero este no es el caso. Lo que ocurrió con este acto de violencia fue todo lo contrario: se pudo evidenciar, por parte de notadas y reputadas organizaciones locales, departamentales y nacionales, un repudio evidente y manifiesto con relación a este deleznable y ruin acontecimiento violento.
Todo inició con el comunicado del Consejo Comunitario de la Comunidad Negra de La Plata, Bahía Málaga, territorio que vio nacer a Alan Valencia. A este comunicado lo siguieron, entre otros, los rechazos de las siguientes organizaciones: Asociación Nomadesc, la Universidad del Pacífico, la ONU, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio de Educación, el Consejo Comunitario del río Yurumanguí, el PCN y Pares.
Quienes se sumaron a la ronda de rechazo del asesinato de Alan lograron evidenciar los testimonios de profesores, de compañeros y de líderes comunitarios, que resaltaron en todo momento los principios del joven en mención.
Sin embargo, dentro de todos los actos de rechazo a la violencia que se presentaron, existe uno que nunca llegó, lo que hoy deja más dudas que certezas. Muchos nos preguntamos de forma reiterativa: ¿qué impidió una manifestación pública de este crimen por parte de la alcaldesa de la ciudad? ¿Por qué ninguna secretaría rechazó, vía comunicado, este hecho? ¿La institucionalidad genera garantías de seguridad? ¿Los comunicados en rechazo a este asesinato constituyen algún riesgo para la vida? Además de estos interrogantes, existen otros; sin embargo, creo que con los expuestos basta.
Lo que sí quiero establecer, como líder comunitario, es que deja mucho que pensar que quienes están llamados a garantizar la seguridad en la ciudad no se puedan expresar de forma clara, rechazando este tipo de situaciones. Hace unos meses, un notable periodista de Buenaventura preguntaba: ¿Quién manda en Buenaventura? Incógnita que molestó a algunos de los panelistas que estuvieron en dicho encuentro. Lo cierto es que, con el silencio de nuestra alcaldesa y sus secretarios, nos siguen embargando grandes dudas al respecto.
