EL PRIMER PASO NO TE LLEVA ADONDE QUIERES IR, PERO TE SACA DE DONDE ESTÁS.

DATO MATA RELATO. / Gustavo Bolívar Moreno (Apartes)

La economía mejora pese a múltiples y descarados intentos de quienes querían que fracasara. Que la oposición repita que Colombia se está hundiendo ya no es una mentira de campaña para asustar tontos: es una estrategia deliberada pero errática porque es una estrategia que fracasó. Porque los datos de 2025 no solo desmienten ese relato, sino que revelan algo más grave para ellos: la economía colombiana mejoró a pesar de una oposición que hizo todo lo posible por bloquear al Gobierno y deteriorar la confianza del país.

En 2025, Colombia fue destacada por The Economist como la cuarta economía con mejor desempeño entre los países de la OCDE. Crecimiento cercano al 3 %, inflación controlada, desempleo en su menor nivel del siglo, dólar 600 pesos más barato que en 2022, disminución sustancial de la pobreza, consumo al alza, empresas y conglomerados en niveles históricos de utilidades y una bolsa (COLCAP) que se valorizó más del 60% en un solo año, convirtiéndola en la más rentable del mundo.

Bloquear al Estado y luego culparlo

Las dos reformas tributarias no fueron hundidas por el Congreso por inviabilidad técnica, o denuncias falsas sino por cálculo político. Se impidió que el Estado asegurara ingresos estables y progresivos, y luego se acusó al Gobierno de “irresponsabilidad fiscal”. A pesar de ese sabotaje legislativo, Colombia mantuvo su estabilidad macro-económica. No hubo default, no hubo descontrol fiscal, no hubo crisis cambiaria. Hubo, en cambio, crecimiento.

Exportar miedo: la política del desprestigio internacionales

El bloqueo no se quedó en el Capitolio. Parte de la oposición se dedicó a vender en Estados Unidos la idea de que Colombia era un país en riesgo, un país inviable, un país hostil a la inversión. Lograron que Colombia no fuera certificada en su lucha contra las drogas a pesar de ser este el gobierno que más ha combatido al narcotráfico con cerca de 3.000 toneladas de cocaína incautada y más de 20.000 laboratorios destruidos.

Pero para las mentiras el tiempo. La economía real, la de los datos, la de la calle, habló más fuerte que los discursos porque el resultado del lobby interno y externo surtió exactamente el efecto contrario: El peso colombiano se fortaleció, el dólar bajó de precio y la de Colombia es hoy una de las monedas emergentes con mejor desempeño.

Los mercados no compraron el cuento. La venta de carros se recuperó a niveles prepandémicos (más de 250.000 unidades este año) la venta de motocicletas en su máximo histórico (1 millón de unidades) y el consumo de los hogares creciendo en más del 12% en 2025. Desde luego, esto trajo consigo un aumento de la producción y por ende un aumento de las ventas y las utilidades.

Síntoma de todos estos resultados, que reflejan una economía sana, es la exorbitante cifra de utilidades que alcanzará el sector financiero este año: más de 100 billones de pesos ($100.000.000.000.000). Lo escribo con sus doce ceros para que nunca se olviden, que el senado negó una tributaria que pretendía pellizcar un pedacito diminuto de esa cifra para trasladarlo a los colombianos más pobres en el tercer país más desigual del planeta.

Inflación, desempleo y pobreza: los datos que incomodan

La inflación, uno de los principales caballos de batalla del alarmismo opositor, siguió descendiendo de manera sostenida en 2025. Aunque aún no alcanza la meta del 3 %, la tendencia es clara: los precios dejaron de dispararse, y los precios de los alimentos bajaron sustancialmente por la oferta que ha traído la reforma agraria (700 mil hectáreas entregadas y 1.5 millones de h. formalizadas) y el incentivo al agro.

El desempleo también bajó de forma consistente, con aumento de 700 mil nuevos empleos formales y disminución, esta sí muy pequeña del desempleo informal. Y aquí viene el dato que más incomoda a quienes viven de vender un inexistente desastre: la pobreza volvió a reducirse, impulsada por el crecimiento, el empleo y la recuperación gradual del poder adquisitivo de los trabajadores ante un aumento real de 12,6% en el salario mínimo real durante los últimos tres años. No es la solución definitiva de los problemas del país, pero sí una mejora real que desmonta la narrativa del empobrecimiento generalizado.

Un país que se “hunde” no reduce pobreza, no baja inflación, no enriquece a sus grupos económicos y no crea empleo al mismo tiempo. Eso no ocurre en un país paralizado. Ocurre donde hay ingresos, credibilidad, exportaciones, crédito, empleo y expectativas de futuro. Si la oposición tuviera razón, nada de esto estaría ocurriendo.

Los mercados no funcionan con ideología: funcionan con información. Y la información que recibieron fue de estabilidad y oportunidad, no de colapso. Eso se siente en las calles, en el consumo de los hogares, en las utilidades de las empresas. Pero eligieron otra ruta: intentar que al país le fuera mal para poder decir que tenían razón, que la izquierda no sabe gobernar, que nos íbamos a quebrar, que todo era un desastre.

El problema es que los datos no acompañaron esa apuesta y los voceros de la catástrofe perdieron credibilidad. Al punto que nadie quiere comprar sus candidaturas. Bien lo dijo Iván Cepeda en el Senado, las tres candidatas del uribismo, cada una con 1,1% de intención de voto, no suman ni el margen de error de la última encuesta. ¿Y qué decir del candidato que predica el hundimiento del país pero invierte multimillonarias cifras en proyectos inmobiliarios?

Alias mentiras collection

Que Abelardo de la Espriella repita como loro que “Colombia se está hundiendo” pierde toda credibilidad cuando se contrasta con los datos de sus propias inversiones económicas. Mientras anuncia el desastre nacional en entrevistas y redes sociales, ha promovido y comercializado proyectos inmobiliarios de alto valor, como la De la Espriella Collection en Bogotá y desarrollos residenciales en zonas turísticas del Caribe, varios de ellos ya vendidos.

El sector inmobiliario no funciona con consignas ni con pánico: requiere confianza en el crecimiento, en el empleo, en el crédito y en la estabilidad del país. Nadie invierte ni vende proyectos de alta inversión en una economía que considera en ruinas. Es decir, su discurso apocalíptico no obtiene respaldo ni siquiera en sus propias decisiones.

Más que una contradicción, el caso de De la Espriella revela una doble narrativa. En público, anuncia el colapso; en privado, hace negocios convencido de que un país que crece tiene tasas de retorno de corto y mediano plazo. Predicar el desastre mientras se capitaliza la recuperación económica no es una postura ideológica: es una estrategia política basada en el miedo ajeno y la confianza propia. Si realmente creyera que Colombia se está hundiendo, no estaría vendiendo futuro en metros cuadrados. El discurso del desastre y del colapso que sus propios negocios desmienten.

Más concreto. No creo que De la Espriella ni ningún millonario de la derecha se atreva a invertir las mismas sumas de dinero en un país como Venezuela. ¿Entonces por qué viven diciendo que Colombia es como Venezuela?

Conclusión

El problema no es que la oposición critique al Gobierno. El problema es que anuncie el hundimiento del país mientras se enriquecen con negocios propiciados por el buen clima de inversión que ha creado el gobierno que critican. Eso no es crítica, es cinismo. Pero todo se devuelve.

Colombia no se está hundiendo. Colombia está avanzando pese a quienes intentaron hundirla políticamente. Los números son claros: menos inflación, menos desempleo, menos pobreza, dólar más bajo, más exportaciones, consumo al alza, empresas rentables y mercados confiados. Eso no es propaganda. Es evidencia. La oposición puede seguir repitiendo su relato, pero en economía, como en la historia, dato mata relato.

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